El isomorfismo vampírico y el metavampirismo de Richard Matheson
Colaboracón de:
Ana Martínez Casas
Ana Martínez Casas
He llamado metavampirismo, o hipervampirismo, a la corriente de la literatura vampírica que reflexiona y tiende a cuestionar las características biológicas de los vampiros como las únicas determinantes distintivas de su naturaleza. Es decir, su objetivo es que el fondo y la forma del texto experimenten con las facetas que las obras canónicas, hijas del isomorfismo vampírico (otro término que he inventado), han desconocido.
Richard Matheson destaca como el padre del metavampirismo por su novela Soy leyenda y por varios otros cuentos sobre el tema. En cada uno de sus trabajos es posible distinguir al menos un elemento tomado del isomorfismo vampírico, fagocitado y reinventado como metavampírico.
Vampiro (1980) es el ejemplo de un cuento en el que la forma sojuzga al fondo. En el relato la acción que se realiza es la de una conversión hombre-vampiro; la trama recae en un lugar común, mas sirve como plataforma para una extraordinaria narración que utiliza únicamente sustantivos, adverbios y verboides. Es decir, Matheson no se auxilia de morfemas determinantes o signos gramaticales, sino que simplifica la oración y la desnuda en sintagmas monopalabrísticos.
Dentro del metavampirismo, Matheson también retoma temas menos formales, lo que da como resultado Los vampiros no existen (1959). Éste, a diferencia de Vampiro, recurre al fondo en lugar de a la forma (que adopta un tono convencional del que carecen sus demás ficciones). Lo que el escritor intenta con Los vampiros no existen es una satirización del folklore y de las creencias populares de Europa Oriental, por eso es que el contexto se sitúa en Rumania. De igual manera, en la primera línea de la historia se puede leer: “A principios del otoño del año 18…”. Implícitamente, Matheson alude al Romanticismo, la corriente literaria del siglo XIX que se caracterizó por una extensa literatura de vampiros escrita por autores como Lord Byron, John Polidori, Bram Stoker, Edgar Allan Poe, y otros. Esto indica que su burla también se dirige a dicha época. Sin embargo, ésta no es notoria sino hasta el desenlace, cuando el lector comprende la relación título-cuento.
En su reflexión sobre el vampiro estándar, su origen y el involucramiento de los escritores románticos con la topografía y la tradición oral del Este de Europa, la sátira de Richard Matheson es puramente intelectual: un lector desentendido de los datos anteriormente mencionados, no la advertiría.
El mejor y el más metavampírico de sus cuentos es El vestido de seda blanca (1951). Digo esto porque gracias a él, Matheson sobresale como uno de los pocos escritores que han recurrido a la figura de un infante como cavidad contenedora del vampiro. Pero el valor literario de El vestido de seda blanca, así como de El Horla de Guy de Maupassant, se encuentra en su desuso del término para referirse de una manera etérea a la entidad que encarnan.
Tanto forma como fondo revisten el texto de una belleza ingenua. El léxico balbucea y se tropieza consigo mismo, aniñado con las muletillas de la criatura protagónica, quien detalla, a quien quiera escucharla, el olor de los muebles rotos de su madre.
El vestido como sujeto vampirizador y la ingenuidad de la niña acerca de su propia naturaleza lo hacen trascender como uno de las mejores ficciones en ambas categorías: tanto en literatura vampiresca tradicional como experimental.
El vampirismo infantil se halla marginado dentro de la isomorfía vampírica por “poco serio”, “falto de sensualidad” o “carente del elemento terrorífico”. Consecuentemente, el niño es relegado para que escritores como Richard Matheson lo moldeen cual materia virgen. Un segundo cuento de esta índole es el llamado Bebe mi sangre (o Hijo de sangre), escrito en 1951; lamentablemente, en él ni forma ni fondo logran el simbolismo y la aglutinación de elementos innovadores de sus demás obras, pero ofrece buen entretenimiento y un final inesperado.
Soy leyenda (1954) es su trabajo más representativo debido a la detallada teoría científica con que explica el vampirismo como fenómeno orgánico; la causa es una bacteria que induce la enfermedad a través del contagio por vías tanto transmisibles (mordida) como instrasmisibles (esporas). Asimismo, Matheson es el primero en justificar los “síntomas” que padece el infectado (tales como la repulsión hacia el agua, ajo y símbolos religiosos) y atribuirlos al terreno de los padecimientos psicosomáticos. Sin embargo, donde verdaderamente reside el metavampirismo es en la vampirización del hombre y la humanización del vampiro. La inversión de los roles trae como consecuencia la pasividad del vampiro como depredador y su subsecuente papel como receptor del vampiricidio logoterapéutico del protagonista, Robert Neville. Mientras tanto, éste se bestializa, mecanizándose cual íncubo solar.
La identidad bimembre en la cual encallan ambos, Homo sapiens sapiens y Homo sapiens vampirii, interroga la construcción de la significación del vampiro como ajena al humano: se coloca al vampiro como némesis del hombre cuando, en realidad, es un eufemismo de su alter ego.
El metavampirismo se puede considerar relativamente “joven”. Su pionero fue Guy de Maupassant, quien publicó el cuento citado con anterioridad, El Horla, en el año de 1887, y otro precursor destacado de Matheson es Rubén Darío con Thanatopia (1896). No obstante, el hipervampirismo también es un género caducifolio mientras que el isomorfismo vampírico es cornucópico. De hecho, el primero es tan escaso y heterodoxo que muchos de los cuentos de Richard Matheson se están perdiendo (y sólo tienen un poco más de 50 años de longevidad).
No debemos permitir que esta clase de literatura se extinga. Son numerosas las venas que se pueden explorar a partir de la literatura vampírica, como el vampirismo infantil, los objetos inanimados como entes hematófagos, la personalización y caracterización del vampiro de acuerdo a culturas orientales, entre otros. Es decir, es posible la renovación del concepto de los eritronómanos.
Para concluir, quien desee leer los cuentos de Richard Matheson (extremadamente difíciles de encontrar) no dude en dejarme un post en http://lunaencajada.blogspot.com para que se los envíe.
¡Una mordida!
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