A propósito de Death Proof: El Tarantino Sound y la melodiosa tragedia

by - diciembre 14, 2008


Por Amy Blue **

Toma uno. Hace un sol esplendoroso, y mientras la luz matinal se filtra entre las persianas, Pumkin y Honeybunny se reiteran puro y mutuo amor. Luego, extremidades golpean la mesa y el piso sintético rechina apenas. Segundos más tarde una Honeybunny en éxtasis sin igual, hace saber a todos los cabrones presentes -quienes tranquilamente desayunan- que los han cogido por los de oro y que aquello no es un simple break de tocino y café americano. Enseguida una pantalla negra y el arranque de una pieza (Misirlou de Dick Dale & his Del- Tones) que es lo mismo referencia que parodia, refrito que jingle; o bien melodía inolvidable; resabio a duras penas de la grandeza de una cultura podrida hasta las raíces.

Toma dos. Apenas se adivina la gélida y azul noche. A lo lejos, el bullicio del Tokio nocturno parece un sueño ajeno. La guerrera de los cabellos de oro se abre paso entre la multitud embriagada por el inigualable compás de las 5,6,7,8’s. En torno, un salón de amplias terrazas de bambú y puertas correderas de papel arroz. Un zoom violento obliga a corresponder la mirada feroz de un par de ojos verdes que claman, por literalmente, una rebanada de los sesos de la graciosa Oren Ishii. Varios segundos y unos cuantos miembros cercenados más tarde, el duelo Cottonmouth vs Black Mamba, arranca por banderazo de los acordes iniciales de don´t let me misunderstood; tan gloriosa y sublime como Santa Esmeralda en pleno 1977.

Toma tres. – ¿A quien dices que quieres oír? Cuestiona Buterfly
-Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich- responde despreocupada Jungle Julia mientras Lana Frank acelera.
-¿Y quien chingaos son esos? Atañe Buterfly jalándole profundo al fino churrito de dorada sin semilla.
-Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich..... ¿Sabes que Pete Thowsend casi manda al carajo a los Who?.... Probablemente habría continuado con Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich…… y de haber sido así se habrían llamado Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick, Tich & Pete- acota Julia.
- Y sabes- agrega- por mí, que los hubiera mandado muy al carajo…
Entonces desde la espesura de la noche, Stuntman Mike ha puesto en marcha su plan de teñir de rojo lo negro de la noche. Mientras hace rugir su motor, comprueba lo bien enterado que está sobre lo que es capaz de hacer un monstruo de ocho cilindros y puro acero a prueba de muerte a 180 kilómetros por hora.
Y mientras el terror acecha, la batería acelera, y concediéndole la razón a nuestra querida Julia, sabemos que nadie había estado mejor diciendo agárrate.

La imaginería Tarantino es tan diversa que se ha vuelto un género, un estilo, un adjetivo que vale por si mismo. Y si habremos de empezar a hablar desde un punto en particular de este frenético universo, bien vale empezar por la banda sonora.
Desde los Statter Brothers, pasando por Chuck Berry, Charlie Feathers y Jonnhy Cash; lo mismo que por Al Green, Nancy Sinatra, Urge Overkill, Chingón y Shivaree; así como por los maestros del surf beat; The Lively Ones, Dick Dale & his Del-Tones, The Revels y a ultimas fechas Jack Nitzsche; el Tarantino sound es una amalgama ácida, arbitraria y gandalla, que no hace más que consolidar el género.
Y ahora bien; ¿Qué tienen en común un par de asaltantes de poca monta que atracan al ritmo de surf; con una samurai gringa que en pos de su honor y del flamenco-disco de Santa Esmeralda, se da de katanazos con un nipona muy petite size? ¿Y estos a su vez, con unas chavas buenototas y tocadísimas que mientras les llega el fin, se deleitan con la posibilidad de un Pete Thowsend emberrinchado con los Who?
No será acaso la melodía de la tragedia. Ni siquiera la melodía ni la tragedia misma. Es por mucho, la melodiosa tragedia que al compás de un puñado de temas desempolvados que vuelven con tanta o más fuerza que antaño, construye la atmósfera bizarra que rodea un film de Tarantino. Atmósfera cuya única norma es la mixtura, la revisita y la reiteración de que hay poca música tan extraordinaria como la de la vieja escuela.
Es la melodiosa tragedia; sangrienta, freak y chocarrera la que actúa como factor de unidad entre the Kool & the Gang y Meiko Kaji; entre La Malagueña chicana y el avispón verde; entre Ennio Morricone y los Zombies covereados por Malcom Mclaren.
La música de Death Proof es un Tarantino soundtrack en su estado más puro. Y no sólo porque al ritmo de una explosiva, irónica y profética Hold tigh de Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich, un dantesco accidente de carretera se convierte en composición y en uso estético por antonomasia; sino también porque prescinde del score propiamente dicho. En su lugar, se tiene un repertorio extraordinario de rarezas de los 60 y 70.
Death Proof Abre maravillosamente con un main title soberbio de Jack Nitszche: the last race, que remonta al espectador (y escucha) al Tarantino surfero de Pulp fiction y a las referencias temáticas de la historia con las que gusta jugar; Esta vez los motorizados setentosos de Detroit y el cine serie B.
El factor de unidad se sucede con Paranoia prima del siempre clásico Ennio Morricone, que ensalza el misterio de los espacios nocturnos y los parajes introspectivos visitados de cuando en cuando por los personajes. Por medio de Morricone, logra llevarnos de nuevo tanto a los espagueti westerns de Leone, como a su mayor homenaje al genero: Kill Bill vol. 2.
Está presente así mismo, el sonido funk al tiempo de la infaltable secuencia de baile; esta vez erótico, amenizado con The Coasters (Down in Mexico); así como la viva estampa de los 70 (Smith, T Rex) y la picardía de April March, que jugueteando en los altoparlantes, clausura certera y contundentemente (tanto en el film como en el soundtrack) el chick habit de unas chavas desmadrosas que cargan roscoes, mustangs de serie y mariguana; que tienen nombres impronunciables y además conocen todas y cada unas de las rarezas musicales que pueden tener cabida en el Tarantino sound.

Quentin Tarantino's Death Proof. Original Soundtrack
A Band Apart/Maverick/ Warner Bros. 2007



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