Eleni Mandell: Melancolía por el despapalle
Welcome to La Wacha, Eleni!!!!**
Más emparentada con la sofisticada atmósfera de un film noir que con la austeridad del folk californiano; más inspirada por la decadencia juguetona de la cultura beat que por el girl power de principio de siglo; menos revelación de los 90 que poeta del blues; a menudo y de manera simplista comparada con PJ Harvey y separada de Ricky Lee Jones por bastante más que un par de décadas; Eleni Mandell no es tampoco la reencarnación del luciferino y revoltoso encanto de un Tom Waits embriagado del nihilismo poético y musical más escabroso. Es la niña prodigio que evoca con fervor los añejos espectros de Ella Fitzgeralt y Nina Simone; la misma responsable de convocar de su tumba, con particular melancolía y en mezcla siniestra con los aires del jazz y el rock primigenio, al espíritu viciado y exquisitamente desmadroso del blues clásico.
Originaria de los Ángeles, California, y criada en San Francisco Valley bajo tutela del country, el rockabilly, el jazz y naturalmente el blues, Eleni Mandell señala su primera experiencia musical al borde de los 4 años de edad por efecto del pop dulzón de Shaun Cassidy. Pero es en los 80 y por influencia de Jonh Doe, miembro de X, una banda underground cuya esencia punk combinada con insólitos toques de un rockabilly tardío, que una Eleni adolescente se adentra a la espiral interminable de la mixtura estilística y referencial. Pero el encanto de la Mandell no radica en sus inquietudes artísticas primarias satisfechas por corrientes musicales dispares; ni en su buena estrella que le ha colocado en el momento y el sitio correcto y le ha permitido cumplir con una opulenta fantasía juvenil: aquella donde sin planeación previa alternaba con sus antiguos ídolos de X, así como con Chuck E. Weiss; tutor de Tom Waits y el mismo Chuck que bautizaba la inolvidable pieza que llevaría a la fama a otra diva con quien comparte padrinazgo: la incanzable Ricky Lee Jones. Pero su tan particular encanto no radica siquiera en esa forma de engalanarse en cada producción discográfica con la compañía de Waits, su también padrino y sin duda mayor influencia, así como de otros compañeros de andanzas como Tony Gilkynson y DJ Bonebrake, ex miembros del legendario X; así como de Melora Creager de Rasputina y de otros monstruos como Don Heffington, Jon Brion, Danny McGough, Greg Liesz, Ethan Johns, Kid Congo Powers, Mike Bolger, Greg Kurstin o Sheldon Gomberg; colaboradores íntimos de personalidades icónicas como Bob Dylan, Fiona Apple, Ryan Adams, Emmylou Harris, The Cramps, Nick Cave, Los Super Elegantes, Beck Hansen y Shivaree respectivamente. La magia de la Mandell resposa en su propia capacidad como interprete, compositora y dominatrix de la fenomenología del despapalle y de la intemporal melancolía de los cantos tristes. Por que su sonido no es una oda al desamor y la soledad. No es la cruda audacia que hace de la Harvey una grande; no es la áspera desfachatez que distingue a Waits ni el fino rigor tan propio de Lee Jones. El sonido Eleni es ese mismo dramatismo que el mundillo de la critica elogió en el soberbio to bring you my love de PJ; y la grosera elegancia en el camino recorrido por la dupla Waits/Breenan hasta ultimas fechas, lo mismo que la férrea sensatez en la recurrente Chuck’s in love del amor tormentoso de Mick Jagger. El sonido Eleni bien podría recrear por si mismo, lo que en otros han sido fases de genialidad burlesca y escandalosa. Su trabajo es una celebración a la música donde las cuerdas, los alientos, la batería y los teclados; ligados entre si por el blue mood; se hermanan bajo una atmósfera de sensual descaro y fina ironía.
Con una solida carrera -y una relativa corta edad- donde diez años han dado fruto a seis magníficos álbumes cuyo rigor derriba los limites de lo típicamente femenino; Eleni se ha dedicado a confeccionar un blues duro y poderoso donde ni la voz, ni la instrumentación, ni la esencia de los géneros musicales, ni mucho menos la actitud, la limitan a crear. De ahí que muchos la consideren una versión femenina de Tom Waits.
Además de su enérgica voz, que coquetea con el histrionismo neurótico y el arrullo perverso; el hilo conductor en cada unos de sus trabajos es su modo de erigir dimensiones sonoras donde, con insólita frescura, es capáz de revivir la esencia bluesera clásica. Es aquí donde, en un autentico y delicioso revoltijo, conviven un puñado de letras que juguetean con la ironia, la sensatez y la poesía, de la misma forma en que las circunstancias retozan con el curso de la vida humana. Rompiendo los esquemas genéricos del dolor y la tristeza, la Mandell convida la influencia última y arbitraria del country y el punk, con su gusto por el humor telúrico y el rockabilly más barroco, todo fusionado en singular desparpaje, con esa poderosa aura de heroína Hard boiled que recuerda lo mejor de la época del Cabaret.
En definitiva ella no es PJ. No es Ricky Lee Jones. Mucho menos Tom Waits. No es Blues. Ni Jazz. No es la música del momento y ni siquiera un ápice de solemnidad soporífera. Es simplemente Eleni Mandell, la santa patrona del Melloncollie y el infinito despapalle.
En definitiva ella no es PJ. No es Ricky Lee Jones. Mucho menos Tom Waits. No es Blues. Ni Jazz. No es la música del momento y ni siquiera un ápice de solemnidad soporífera. Es simplemente Eleni Mandell, la santa patrona del Melloncollie y el infinito despapalle.
Discografía:
· Wishbone (1998)
· Thrill (2000)
· Snakebite (2001)
· Country for true lovers (2003)
· Afternoon (2004)
· Miracle of Five (2007)
· Thrill (2000)
· Snakebite (2001)
· Country for true lovers (2003)
· Afternoon (2004)
· Miracle of Five (2007)
Texto: PB Chávez ***
Foto: PB Chávez para El Azote**
1 comentarios