HorrorizArte: Gore,Trash,Serie B. Un cine aparte
Feroz.
Horror Canadiense con pelos y señales
Gore, mal gusto, bajo presupuesto, algo de humor involuntario y mucho sarcasmo. Una verdadera pesadilla para los fieles nariz respingada de Cahiers du Cinema. Una delicia para los paganos idólatras del exceso y la hiperviolencia.
Rompiéndole el esquema al cine noventero gringo de adolescentes; cuya frezés políticamente correcta se disfrazó de seudo desmadre dizque provocador y calenturiento; aparecería el segundo largometraje de un joven director salido del subterráneo y criado bajo la más estricta escuela del cinema trash y la serie b. Canadiense de nacimiento y más cerca de la visceralidad putrefacta de Cronenberg que de la elocuencia de Denys Arcand; Jonh Fawcett, cuya experiencia última radica en la dirección de series de tv como Xena, La Femme Nikita, Taken y Blood ties; y vía terribles monstruos de peluche y tripas mi alegría desparramadas a lo Hershell Gordon Lewis; tiene el honor (y horror), si bien no de reinventar, si de refrescar contundentemente el género con una buena mezcla de gandalléz y practicidad marca do it yourself.
La historia parece simple. Un par de chavitas; hermanas y frikis de primera línea; planean jugarle una broma malora a Trina, la vieja (y lo decimos literalmente, sin saber a ciencia cierta si fue puntada con dolo o sublime resbalón) popular y ojete de la prepa. Aprovechando los rumores sobre una bestia que acecha el limite de los suburbios, planean secuestrar a la perra de Trina; una rotweiller igual de vieja y hostil; y hacerle creer; vísceras teatrical de por medio; que la criatura en cuestión se la ha empacado cual taco parado de cachete. Pero cuando la verdadera bestia aparece y las ataca -hiriendo a la hermana mayor, la Ginger del titulo- sus vidas adolescentes se tornan un verdadero infierno.
Tras el ataque, Ginger comienza a sufrir una horrorosa metamorfosis que trastorna su personalidad física y mental. Lidiando con una madre guarra, despistada y más freak que sus dos hijas juntas (Mimi Rogers extraordinaria y como no se le había visto antes), con un sexappel rocker de tufo animal catalizado por la transformación; y por si esto fuera poco; con un testigo circunstancial y una oscura promesa que se llevará hasta sus últimas consecuencias; Ginger se vuelve poco a poco, un demonio monstruoso e iracundo cuya única esperanza radica en Bridget, la devota hermana menor quien parece sentir más temor a la perdida que a la propia criatura que las amenaza.
Rompiéndole el esquema al cine noventero gringo de adolescentes; cuya frezés políticamente correcta se disfrazó de seudo desmadre dizque provocador y calenturiento; aparecería el segundo largometraje de un joven director salido del subterráneo y criado bajo la más estricta escuela del cinema trash y la serie b. Canadiense de nacimiento y más cerca de la visceralidad putrefacta de Cronenberg que de la elocuencia de Denys Arcand; Jonh Fawcett, cuya experiencia última radica en la dirección de series de tv como Xena, La Femme Nikita, Taken y Blood ties; y vía terribles monstruos de peluche y tripas mi alegría desparramadas a lo Hershell Gordon Lewis; tiene el honor (y horror), si bien no de reinventar, si de refrescar contundentemente el género con una buena mezcla de gandalléz y practicidad marca do it yourself.
La historia parece simple. Un par de chavitas; hermanas y frikis de primera línea; planean jugarle una broma malora a Trina, la vieja (y lo decimos literalmente, sin saber a ciencia cierta si fue puntada con dolo o sublime resbalón) popular y ojete de la prepa. Aprovechando los rumores sobre una bestia que acecha el limite de los suburbios, planean secuestrar a la perra de Trina; una rotweiller igual de vieja y hostil; y hacerle creer; vísceras teatrical de por medio; que la criatura en cuestión se la ha empacado cual taco parado de cachete. Pero cuando la verdadera bestia aparece y las ataca -hiriendo a la hermana mayor, la Ginger del titulo- sus vidas adolescentes se tornan un verdadero infierno.
Tras el ataque, Ginger comienza a sufrir una horrorosa metamorfosis que trastorna su personalidad física y mental. Lidiando con una madre guarra, despistada y más freak que sus dos hijas juntas (Mimi Rogers extraordinaria y como no se le había visto antes), con un sexappel rocker de tufo animal catalizado por la transformación; y por si esto fuera poco; con un testigo circunstancial y una oscura promesa que se llevará hasta sus últimas consecuencias; Ginger se vuelve poco a poco, un demonio monstruoso e iracundo cuya única esperanza radica en Bridget, la devota hermana menor quien parece sentir más temor a la perdida que a la propia criatura que las amenaza.
En su segundo largometraje, Fawcett acierta al modificar a conveniencia la antigua leyenda de la licantropía y al convertirla en una suerte de metáfora azotada y demente del querámoslo o no, doloroso proceso donde el adolescente se encamina a la adultez. Con conocimiento de causa, dominio de la técnica, sangre a cubetadas, una producción detallada y un relato sólido y fluido, pero irreverente y paroxista; logra un bizarro cuento adolescente que se permite manejar a gusto y antojo, pero sobre todo, donde es capaz de llevar el miedo y el dolor humano a limites insospechados.
Para Fawcett, Más que una respetable carta de presentación (y píldora de la desmemoria que permite olvidar ahora, lo que a la postre sería la rebuscada y fallidísima The Darkness) Ginger snaps representa un lugar asegurado en el salón de la fama del cine de culto; junto a claro está, sus cuates de la chamba; Thom Best y Mike Shields; responsables de la totalidad del score y la imagen, incluida la gloriosa secuencia de créditos. Tan es así, que se ha buscado incanzablemente reproducir el moronguero y sabroso estilo del combo en una precuela olvidable e innecesaria y en una secuela tantito más malita. Ambas producidas por Fawcett y sólo la primera coprotagonizada por las dos divas canadienses serie z de la original, Emily Perkins (Bridget) y Katharine Isabelle (Ginger).
Jugosa e inmejorable. Perturbadora y sangrienta. Sin duda, una cachetada de puño con guante de plomo a las consciencias cinéfilas exquisitas. Ni Hollywood ni la Escuela Francesa se han recuperado del cólico que les produjo.
Para Fawcett, Más que una respetable carta de presentación (y píldora de la desmemoria que permite olvidar ahora, lo que a la postre sería la rebuscada y fallidísima The Darkness) Ginger snaps representa un lugar asegurado en el salón de la fama del cine de culto; junto a claro está, sus cuates de la chamba; Thom Best y Mike Shields; responsables de la totalidad del score y la imagen, incluida la gloriosa secuencia de créditos. Tan es así, que se ha buscado incanzablemente reproducir el moronguero y sabroso estilo del combo en una precuela olvidable e innecesaria y en una secuela tantito más malita. Ambas producidas por Fawcett y sólo la primera coprotagonizada por las dos divas canadienses serie z de la original, Emily Perkins (Bridget) y Katharine Isabelle (Ginger).
Jugosa e inmejorable. Perturbadora y sangrienta. Sin duda, una cachetada de puño con guante de plomo a las consciencias cinéfilas exquisitas. Ni Hollywood ni la Escuela Francesa se han recuperado del cólico que les produjo.
Ginger Snaps (Feroz, 2000)
Dirección: John Fawcett
Reparto: Emily Perkins, Katharine Isabelle, Kris Lemche, Mimi Rogers
Producción: Karen Lee Hall,Steven Hoban
Guión: John Fawcett
Fotografía: Thom Best
Música: Mike Shields
País de origen: Canadá.
103 minutos
Dirección: John Fawcett
Reparto: Emily Perkins, Katharine Isabelle, Kris Lemche, Mimi Rogers
Producción: Karen Lee Hall,Steven Hoban
Guión: John Fawcett
Fotografía: Thom Best
Música: Mike Shields
País de origen: Canadá.
103 minutos
Por La Musa Electrónica*
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