El secreto
Estabas ahí parado disimulándolo todo, mientas yo sentada en el sofá más grande del salón, posaba mi mirada de vez en cuando en tus ojos para no hacerlo más obvio, te movías de repente de un lugar a otro como nervioso de algo, de lo que yo solamente notaba, aunque era probable que tu acompañante también se percatara de ello, ella se encontraba al lado tuyo o por lo menos lo intentaba, pues con tanto movimiento era algo difícil.
Esperábamos el momento preciso para encontrarnos a solas, una palabra o dos, las ideales para quedar en el lugar y la hora. La música a todo volumen comenzó, los tragos se vaciaban más y más y la gente ya empezaba a perder un poco de sí, lo que hizo todo un poco más fácil para los dos, pues no era necesaria tanta discreción, además tu compañera había comenzado a bailar con ese tipo que todos conocen por bailarín y divertido cuando se le pasa la mano con el whisky de costumbre; algo que por supuesto, no te importó, al fin y al cabo que también tus conocidos saben que odias bailar, al menos que estés dispuesto a conquistar una nueva chica. Pero conmigo eso ya no era necesario, el tiempo había hablado por sí solo, años habían pasado desde la primera vez que nos encontramos y otros tantos para volvernos cercanos. Pero realmente fue hasta ahora que nos atrevimos a tener algo, no era por falta de gusto o atracción, creo que ésta siempre existió.
Volviste tu mirada hacia mí, como diciendo, ¡anda!, ahora es el momento, tú primero y luego yo te sigo, así que sin tratar de ser racional, ni pensar en consecuencias y en el que dirán, me levanté irremediablemente en dirección al pasillo en penumbras que llevaba a diferentes cuartos, casi sin pensar a cual entrar y con pasos cortos y apresurados, decidí escabullirme a la de en medio de las tres puertas y ahí esperar.
Al llegar el que sería mi amante, entró cuidadosamente buscando para ver si estaba allí. Cuando me viste, una sonrisa agradable se marcó en tu cara, me miraste detenidamente y te acercaste silencioso, diciendo un sencillo hola a mi oído y luego despacio moviendo tiernamente tu cara hacia mis labios me besaste, te sostuve entrelazándome a tus brazos contestando, qué cuánto había esperado por este momento; luego de eso ya no dijimos más, los besos y caricias tomaron el lugar de las palabras, acariciando ansiosamente y dejándonos llevar por el deseo que hacía tiempo atrás nos invadía a ambos. Y cuando por fin la pasión se convirtió en algo cada vez más inevitable, resguardé la puerta con seguro, por si acaso, algún ebrio sin rumbo o algún curioso quisieran mirar.
No intenté poner peros a lo que pasó, pues el tiempo no nos era favorable; sin embargo, lo arriesgado de nuestro encuentro era lo más excitante que había experimentado, y sin duda, su manera de amar no dejó nada que desear, sus manos grandes y gruesas tocaron mi cuerpo espléndidamente, sus besos cubrieron mi piel como un manto suave y ligero y las sensaciones profundas se ahogaron en un grito mudo.
Cuando nuestros cuerpos agitados y excitados descansaron, habíamos decidido regresar, mientras las ropas regresaban a su lugar original, pensamos bien lo que debíamos hacer, tú saldrías por la ventana que daba al pasillo de la terraza y cuidando que no hubiera nadie, te las ingeniarías para llegar al salón principal de la fiesta, luego yo, me saldría del cuarto como si acabara de despertar luego de un fuerte dolor de cabeza.
Cuando realizamos nuestras llegadas planeadas en diferentes tiempos, algunos nos miraban con curiosidad pero como que no entendían nada, otros, ni cuenta se dieron, tu compañera, claro que ya no bailaba, había preguntando dos o tres ves por ti, de los cuales, nadie había sabido dar señas, y yo cuando llegué, traté de ser lo más convincente que pude, mientras tú te acercaste con tu acompañante para darle una rara explicación de tu ausencia, a la que en realidad no puse mucha atención. Durante las horas siguientes que pasaron, cruzamos algunas palabras, miradas y sonrisas algo difíciles de ocultar, tuvimos varias conversaciones pero en ninguna nos referimos a lo que había pasado, por lo que todo siguió con su rumbo natural, los invitados seguían bebiendo, bailando y riendo, finalmente, si algún conocido se había percatado de lo ocurrido no mencionó nada, y tampoco se notaban miradas que nos acosaran, aunque en realidad, creo que eso no nos importaba mucho, lo que teníamos ahora era una complicidad entre los dos, algo en lo que no incumbía a nadie más, una cosa de amigos y de amantes, de las dos cosas al mismo tiempo, algo de lo que ya no podíamos escapar.
Así pasaron las horas lentamente dejando cada vez más atrás nuestro encuentro y por lo tanto tú y yo como cómplices nos mostramos, sonrientes, relajados y con un secreto que ocultar hasta la siguiente ocasión que se nos pudiera presentar.
Esperábamos el momento preciso para encontrarnos a solas, una palabra o dos, las ideales para quedar en el lugar y la hora. La música a todo volumen comenzó, los tragos se vaciaban más y más y la gente ya empezaba a perder un poco de sí, lo que hizo todo un poco más fácil para los dos, pues no era necesaria tanta discreción, además tu compañera había comenzado a bailar con ese tipo que todos conocen por bailarín y divertido cuando se le pasa la mano con el whisky de costumbre; algo que por supuesto, no te importó, al fin y al cabo que también tus conocidos saben que odias bailar, al menos que estés dispuesto a conquistar una nueva chica. Pero conmigo eso ya no era necesario, el tiempo había hablado por sí solo, años habían pasado desde la primera vez que nos encontramos y otros tantos para volvernos cercanos. Pero realmente fue hasta ahora que nos atrevimos a tener algo, no era por falta de gusto o atracción, creo que ésta siempre existió.
Volviste tu mirada hacia mí, como diciendo, ¡anda!, ahora es el momento, tú primero y luego yo te sigo, así que sin tratar de ser racional, ni pensar en consecuencias y en el que dirán, me levanté irremediablemente en dirección al pasillo en penumbras que llevaba a diferentes cuartos, casi sin pensar a cual entrar y con pasos cortos y apresurados, decidí escabullirme a la de en medio de las tres puertas y ahí esperar.
Al llegar el que sería mi amante, entró cuidadosamente buscando para ver si estaba allí. Cuando me viste, una sonrisa agradable se marcó en tu cara, me miraste detenidamente y te acercaste silencioso, diciendo un sencillo hola a mi oído y luego despacio moviendo tiernamente tu cara hacia mis labios me besaste, te sostuve entrelazándome a tus brazos contestando, qué cuánto había esperado por este momento; luego de eso ya no dijimos más, los besos y caricias tomaron el lugar de las palabras, acariciando ansiosamente y dejándonos llevar por el deseo que hacía tiempo atrás nos invadía a ambos. Y cuando por fin la pasión se convirtió en algo cada vez más inevitable, resguardé la puerta con seguro, por si acaso, algún ebrio sin rumbo o algún curioso quisieran mirar.
No intenté poner peros a lo que pasó, pues el tiempo no nos era favorable; sin embargo, lo arriesgado de nuestro encuentro era lo más excitante que había experimentado, y sin duda, su manera de amar no dejó nada que desear, sus manos grandes y gruesas tocaron mi cuerpo espléndidamente, sus besos cubrieron mi piel como un manto suave y ligero y las sensaciones profundas se ahogaron en un grito mudo.
Cuando nuestros cuerpos agitados y excitados descansaron, habíamos decidido regresar, mientras las ropas regresaban a su lugar original, pensamos bien lo que debíamos hacer, tú saldrías por la ventana que daba al pasillo de la terraza y cuidando que no hubiera nadie, te las ingeniarías para llegar al salón principal de la fiesta, luego yo, me saldría del cuarto como si acabara de despertar luego de un fuerte dolor de cabeza.
Cuando realizamos nuestras llegadas planeadas en diferentes tiempos, algunos nos miraban con curiosidad pero como que no entendían nada, otros, ni cuenta se dieron, tu compañera, claro que ya no bailaba, había preguntando dos o tres ves por ti, de los cuales, nadie había sabido dar señas, y yo cuando llegué, traté de ser lo más convincente que pude, mientras tú te acercaste con tu acompañante para darle una rara explicación de tu ausencia, a la que en realidad no puse mucha atención. Durante las horas siguientes que pasaron, cruzamos algunas palabras, miradas y sonrisas algo difíciles de ocultar, tuvimos varias conversaciones pero en ninguna nos referimos a lo que había pasado, por lo que todo siguió con su rumbo natural, los invitados seguían bebiendo, bailando y riendo, finalmente, si algún conocido se había percatado de lo ocurrido no mencionó nada, y tampoco se notaban miradas que nos acosaran, aunque en realidad, creo que eso no nos importaba mucho, lo que teníamos ahora era una complicidad entre los dos, algo en lo que no incumbía a nadie más, una cosa de amigos y de amantes, de las dos cosas al mismo tiempo, algo de lo que ya no podíamos escapar.
Así pasaron las horas lentamente dejando cada vez más atrás nuestro encuentro y por lo tanto tú y yo como cómplices nos mostramos, sonrientes, relajados y con un secreto que ocultar hasta la siguiente ocasión que se nos pudiera presentar.
2 comentarios