Sicarios & Asociados, S. A.
Una Colaboración de:
Elpidio Lasotras
En un principio tenía mis dudas respecto de la información que mi amigo el oficial me había dado en torno a ese tipo de trabajos especializados. Incluso llegué a pensar si no se trataba de una trampa que me conduciría a prisión. Pero Samuel fue claro: “Yo trabajé en esa empresa, güey. Pero tuve que dejarla porque me ofrecieron una plaza en la policía estatal. Es totalmente cierto y seguro lo que te cuento”.
Sus palabras disiparon mis dudas y a la siguiente noche de haberme entrevistado con él marqué el número telefónico que Samuel me había proporcionado: 01-800-SICARIO (7422746), con atención las 24 horas del día.
Una grabadora respondió –cuya dulzura de la voz, femenina, me convenció aún más de lo que estaba haciendo– casi inmediatamente: “Buenas noches. Usted está llamando a la línea del Sicario. Marque una opción y uno de nuestros ejecutivos lo atenderá.
“Para una madriza, marque uno. Para un embolsado en el fondo de una barranca, marque dos. Para tiro de gracia y abandono en descampado, marque tres. Para disolución en ácido, marque cuatro. Para descuartizados, marque cinco. Para salir, marque cero. Todos nuestros servicios cuentan con levantón previo.”
Debo reconocer que sentí una especie de emoción recorrerme el cuerpo. Apreté el botón número cinco.
–Buenas noches, lo atiende Brenda Castrejón. ¿Con quién tengo el gusto?
–Eh… –titubeé– con Orlando Morales Caballero.
–Señor Orlando Morales, ¿de qué ciudad nos llama?
–De Cuernavaca, Morelos.
Del otro lado escuchaba teclazos.
–Bien. ¿Es en esa ciudad donde se realizará el servicio?
–Sí. Sí, señorita.
–Ya le tomo su orden. No cuelgue, por favor.
Pasó quizás un minuto hasta que la mujer volvió a hablar.
–Señor Orlando, ¿tiene en dónde apuntar? –le dije que sí–. Bien. Mire, le voy a dar el número de su orden y usted podrá presentarse a partir de mañana mismo en nuestra agencia de Cuernavaca, ubicada en el Centro, calle tal, número tal, con horario de 8 a 18 horas. Su orden es la número CVCA-22132-2010. Con esa clave lo atenderán y le mostrarán nuestros paquetes. ¿Quiere saber algo más, señor Orlando?
–No, de momento, nada. Muchas gracias.
–Gracias a usted por contratar nuestros servicios. Buenas noches.
Leí el número de orden y una vez más surgieron en mí algunas dudas. Fui a la cocina y saqué una caguama del refrigerador. La destapé, encendí un cigarro y subí el volumen del televisor. Había noticias: “Este día se registraron 23 narcoejecuciones. En lo que va del mes suman ya mil cuarenta y tres asesinatos relacionados con la delincuencia organizada, lo que convierte a marzo como el mes más violento en lo que va del sexenio. Y todavía faltan dos días”.
Empiné un buen trago de mi cerveza y en seguida chupé el cigarro. Otra vez volví a extrañar a Cecilia, quien fuera mi mujer. Para ese día contaba ya doscientos once días desde que me había abandonado. Ciertas noches, su ausencia impedía que lograra conciliar el sueño y me veía en la necesidad de salir del departamento para tomar el fresco porque adentro sentía que me ahogaba. También se había llevado el aire, la muy puta. Pero cómo me hacía falta…
Cuando terminé la bebida tuve sueño y aproveché ese momento para meterme en la cama. Creo recordar que soñé con Cecilia. Con Cecilia muerta.
El despertador sonó a las seis y media. Antes de entrar al trabajo fui al Centro para entregar la orden y salir de una vez por todas de aquellas dudas; para corroborar si todo lo que me habían dicho no era una broma o una trampa.
Al llegar a la mentada agencia me sorprendió la cercanía de ésta con el palacio de gobierno. No había nada sospechoso. Llegué al primer piso de un viejo edificio y me encontré con un anuncio de letras negras sobre una placa dorada arriba de una puerta de cristal. Decía: “Sicarios & Asociados, S. A. Soluciones Inmediatas”. Antes de entrar salieron dos sujetos quienes sonreían y comentaban el buen trato que habían recibido.
Apenas puse un pie dentro, una bellísima muchacha de unos veinte años salió a mi encuentro:
–Buenos días, señor. ¿En qué lo puedo ayudar?
Extraje el papel con el número de orden y se lo entregué. Pidió que la siguiera y me ofreció una silla frente a su escritorio. Para ser las ocho de la mañana, debo decir que en aquel lugar había un buen número de gente, tanto personal como clientela. Miré alrededor y me hallé con otros como yo, sentados frente a las ejecutivas, las cuales conducían a sus respectivos clientes hacia diferentes puertas. Pero no sólo éramos hombres los atendidos, sino que también había mujeres. Mujeres con el gesto de aparente calma, pero dejando entrever un gran rencor, despecho…
La mujer me condujo hacia una puerta, en cuyo cristal decía “Lic. Peralta”. Se trataba de otra dama, rubia ésta y con un rostro parecido al de esas modelos que salen en revistas o películas pornográficas. No pude asociarla con otro oficio y en un santiamén me vi tendido sobre su escritorio, desnudos ambos, ella arriba de mí, moviéndose al vaivén de las olas de un mar que los dos imaginamos en ese momento. Sus jadeos eran como…
–Buenos días, señor Orlando Morales Caballero. Tome asiento, por favor.
Supongo que vio mi erección porque en el momento de sentarme esbozó una sonrisa que, más que amable, me pareció burlona. Imagino que pensó: “Otro pendejo que cree que me coge en el escritorio…”, la muy bruja.
–Señor Orlando, según su orden, usted solicitó un servicio de la opción cinco, ¿cierto? Bien. ¿Conoce la dirección exacta de la persona a descuartizar?
Asentí y a mis espaldas escuché que alguien había entrado. Era la chica que me llevó a esa oficina, la cual portaba una charola con un par de tazas, una cafetera y galletitas. Sirvió.
–Sicarios & Asociados, S. A. –dijo la rubia– es una empresa responsable apegada a todas las leyes, tanto fiscales como laborales, que rigen nuestro país. Por esa razón contamos con 42 agencias en toda la república. Las formas de pago se realizan con cargos a su tarjeta, pero esto después de que nuestro personal encargado de cada asunto cumple la orden. En el caso de que hubiera equivocación de persona, el cliente no está obligado a pagar un solo centavo. Ahora bien –de un cajón sacó un catálogo–, dentro de la opción que usted eligió, contamos con diferentes paquetes y los precios no varían mucho. Si quiere, puede usted verlos. Cada uno consta de un levantón previo.
“Paquete 1: En 2 piezas. La persona es torturada con quemaduras de cigarro y machucones. Posteriormente es golpeada y la cabeza es desprendida con sierra eléctrica. $12.999.00.
“Paquete 2: En 6 piezas. La persona es torturada con hierros y piquetes de animales ponzoñosos. Posteriormente es desprendida de brazos, piernas y cabeza con sierra eléctrica. $13.999.00.
“Paquete 3: En 10 piezas. La persona es torturada con quemaduras de cigarros y hierros en todo el cuerpo; las piernas y los brazos (cortados en 2 partes cada uno), así como la cabeza, son desprendidos del tronco con finas espadas de samurai, lo que permite que la víctima no sienta el impacto y se dé cuenta del mismo sólo cuando ve alguna extremidad suya en el piso. $14.999.00.
“Paquete 4: En 14 piezas. La persona es torturada con ligeros fomentos de ácido; la piel es arañada con navajas que no producen un abundante sangrado. Luego, piernas y brazos (cortados en 3 partes cada uno), así como la cabeza, son desprendidos con finas espadas de samurai. $15.499.00.”
Confieso que estaba sorprendido de aquel servicio. Cada uno de los paquetes mostraba diversas fotografías que ilustraban claramente los pasos a efectuarse en cada proceso. Hojeé tres veces esas páginas antes de optar por el paquete cuatro.
–Ocupa el primer lugar en solicitudes –refirió la rubia chichona, con una sonrisilla–. Ahora debo hablarle de nuestras cortesías.
“La primera consiste en publicidad visual: tenemos convenios con revistas y periódicos de nota roja, al igual que con ciertos noticieros, tanto locales, como nacionales. Si usted así lo indica, las fotos de la persona a descuartizar aparecerían en estos medios impresos. En el caso de la televisión, cuenta también con un espacio de cuatro minutos en promedio.
“La segunda cortesía tiene que ver con el sitio en el que serán abandonadas las partes del cuerpo. Usted decide si lo desea embolsado, dentro de una olla o hielera, esparcido cincuenta metros a la redonda, todo en el sitio que usted nos indique.
“Y la tercera se refiere a un mensaje personal adjunto a las partes del cuerpo que no rebase veinte palabras. El cliente elige el material, el color de la tinta, tipo de escritura y si firma o no firma personalmente. ¿Qué le parecen nuestras opciones?”
Aquello era mucho mejor de lo que Samuel me había contado. Tanta generosidad me confundía e incluso experimentaba una excitación. Sin embargo, otra vez brincaron las dudas y se las expuse a la licenciada Peralta. Me aclaró que, en caso de firmar yo mismo el mensaje adjunto, todos mis datos serían resguardados por la empresa y cien por ciento confidenciales. No había ningún riesgo a correr en consecuencia ya que Sicarios & Asociados, S. A. asumiría toda la responsabilidad. En definitiva, me sentí muy tranquilo y acepté cada una de las tres cortesías.
Debo aclarar que cuando decidí solicitar este tipo de servicio tenía pensado que fuera en contra de Cecilia, porque no niego que me dolió su partida; pero, luego de analizarlo detalle a detalle, por mi parte, no iba a disfrutar esa muerte y en cambio podría resultar contraproducente. Así que opté por aplicarlo en contra del hijo de su puta madre con el que se fugó, la muy perra. Un tal Roberto Argüelles Sandoval, ex diputado local y luego usurero, dueño de una casa de empeños.
Sé que sueno a dolido, a ardido, y es cosa que me vale madre. Cecilia había prometido permanecer conmigo hasta el final de nuestros días. No cumplió. Prefirió el dinero en abundancia –conmigo no la pasaba mal, para nada– y andar de puta con cuanto funcionario se le atravesaba. Ahora soy yo quien disfrutaré al verla retorcida en su pinche dolor. Soy yo quien reiré y veré cómo el ex diputado aparece afuera de su casa, dividido en doce partes. Sí, Cecilia: me toca reír.
Sicarios & Asociados, S. A. cumplió el trabajo en menos de lo que pude imaginar. Al cabo de una semana, mientras veía un noticiero nocturno y bebía tranquilamente una cuba de Havana Club Añejo, vi a Cecilia en la pantalla. Lloraba como una niña y solté una sonora carcajada desde mi sillón, feliz. El reportero se acercó a ella y apenas si se escuchaba lo que esa zorra decía.
Una imagen mostró las partes de Roberto, a quien los del forense habían reconstruido y puesto sobre una especie de camilla. En una fotografía mostraron la cabeza, sola, con una hermosa rosa amarilla colocada entre los labios, justo en la entrada de donde fuera su nidito de amor. Me sentí feliz después de mucho tiempo. También dejaron ver el mensaje que apareció en un trozo de tela, con pintura roja, que a la letra decía: “Cecy: Así van a terminar todos los que te cojan, puta. No permitiré más traiciones tuyas, puerca. Atte. Tu Macho”.
Estoy esperando a mi abogado porque Cecilia Álvarez inició un proceso en mi contra. Sin embargo, apenas pasen las setenta y dos horas de rigor, seré absuelto debido a que se trató de un servicio contratado y no lo hice con mis propias manos. Según refiere el licenciado, Sicarios & Asociados, S. A. aportó la documentación suficiente con la que mañana mismo saldré libre, sin antecedentes penales. En cambio, demandaremos a Cecilia por una serie de daños, tanto a mi persona, como a la imagen de Sicarios & Asociados, S. A. Es muy probable que esa ramera pase diez años en prisión.
Es una pena, porque tenía otros planes para ella.
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