El diablo y la señorita Lucy
La señorita Lucy suspira. En el sofá se aquieta. Me inquieta. Y nunca se pone algo que en verdad la contenga.
La señorita Lucy me inspira. Camina en mis noches y alebresta mis ríos. Y suspira, y se jala la falda; y así el resto de la semana.
La señorita Lucy pasa todo el día fumando, y corre cuando suena el teléfono para responder jadeando.
La señorita Lucy no limpia el cenicero, no atiende el archivo y jamás despacha a tiempo el correo.
La señorita Lucy es el sombrío destino de mis cartas puestas en el basurero. Objeto de mis maniobras fallidas. Consuelo a mis ansias. Malditas.
La señorita Lucy me ofrece un pedacito de su chocolate. Un sorbito de su café. Un vistazo furtivo de negligé. Sus tazas sucias de té para que las chupe cuando nadie ve.
La señorita Lucy tiene boca de camionero y cintura para morirse. Y un culo tremendo para revivirte. Pero dice el jefe que con esa cara de ángel, no le queda a uno más que; otra vez; morirse.
La señorita Lucy se encierra con el jefe.
La señorita Lucy se desabotona en el elevador.
La señorita Lucy se pasea desnuda en su corredor.
La señorita Lucy se me acerca poco a poco. Más y más. Y mucho. Cruza las piernas y sin querer las descruza. Me besa a oscuras. Me cuenta historias. Cuentos negros que nadie escucha.
La señorita Lucy vuela fastuosa y desnuda sobre la cama. No es una puta. Es un ángel en celo con rabia y con senos. Con odio en el cuerpo.
Pero la señorita Lucy no es de este mundo; no de este infierno.
Es una serpiente antigua. Flor del averno. Brillan sus ojos pétreos y escupen fuego. Vuelve miedo el aire, sombras el invierno.
La señorita Lucy me acuna en su seno. Oigo rugir el fin desde su pecho. De ahí es donde bebo.
Se mueve en silencio flotando en el tiempo. Flagela mi mente. Yo; atrapado en su pelo.
Me habla. Le creo.
Veo brillar su pecho; y entre sus dulces senos, un corazón latente de guerra y de sangre. De furia y de trueno. De huesos muertos.
Y le creo.
A sus ojos de muerte. Sirena lasciva. Te quiero hasta el infierno. El verdadero. Dos vueltas y de regreso.
Y le creo; aunque me resista a hacerlo.
Se carcajea mientras la derribo en el suelo. No lo permite pero lo hace luego. Hago palanca. Empujo, jalo. Hundo. Palanca certera. Lo sé hasta lo profundo.
Ya no se mueve ella en el lecho. Su corazón lo hace en el suelo.
La dejo atrás sangrando. Hermosa cual sacrificio pagano.
Me escondo en la noche.
Vagando sin descanso.
Hasta un mar remoto.
Donde no hay pasado.
La señorita Thelma me sonríe de lado. Sin prisa. Esperando…
Por Palomita Rodriguez*
Imágenes utilizadas sin fines de lucro*
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