Lana del Rey. Turbio paraíso

by - marzo 26, 2012


La delgada línea entre una joven Jessica Lange  y el espíritu gangsta es una sentencia ineludible. Esa donde una corona de flores danza entre tatuajes y donde queriendo o no, un rostro de porcelana hace trizas todas las banderas del indie. Y la duda ofende. No por temor de uno a equivocarse, si no porque gracias a una de las tantas hijas de una generación con la que no habíamos soñado y su boca jugosa y sin pedal de freno; de pronto las fronteras se desdibujan y al mismo tiempo, recuperan el vigor perdido.

 ¿Y quien se cree ella para decirnos a los fieles que debemos olvidar todo lo que con pasión harta hemos aprendido?
Su nombre de pila dicen, lo tomó de una luminaria de los años 40. Pero la verdad es que eso a nadie le importa.  Porque su segundo nombre  debe ser Problema y es en este punto donde todos los ojos viran hacia ella.
Elizabeth Woolridge Grant nació en Manhattan y nada que pueda hacer cambiará eso. Como quiera que sea, hoy las noches y el año entero le pertenecen más que nunca, pese a que un momento dado; como buena y sufrida outsider ha contado que en su primerísima juventud durmió en un parque de tráileres.
Será que de alguna forma, quizá simplemente era hora de que los ángeles soplaran bajo sus alas y conspiraran en contra de todos los que estamos en el resto.
Cargando a cuestas  uno de los álbumes más esperados del año, a la del Rey le sobrarán alegatos. Y es que el no sé qué definitivamente lo tiene. También el talento. Y aunque este ni a Paula, ni a Whitney les sirvió para reivindicarse, aquí el asunto se invierte haciendo la observación –y la cuesta- particularmente accidentada. Es esta una de las razones por las que no debiera extrañar que Lana del Rey suene hasta cuando el viento sopla.
*****
Born to die es el primer sencillo de un álbum que tomó 5 años, muchos miles de dólares y una arregladita. No obstante que pocos reconozcan a la antigua en esta nueva Lana corregida y aumentada; la plástica de la imaginería gringa, la decadente carga simbólica y la estética gansteril que incluye tenis Nike, manoplas de hierro, brillantes en la ropa, acento no rotico y scat a discreción, todo secundado de atmósferas fastuosas y vestidos de gala; hacen que a gusto, uno sea el primero que se monte en su propia penitencia.
Pese a que los puristas no perdonarán un solo performance terrible ni mucho menos un facial capaz de transformar en otra persona; el estilo es imperecedero, así como cada una de las batallas en las que el artista –el verdadero- se defiende como gato boca arriba.
Si la vida no se trata de cambiar entonces hay muchas razones para que a la larga, Lana quede fuera del juego. De otro modo, se mueve en la dirección correcta con todo y que en la carrera, los castos votos con los que comulga el indie no queden muy bien parados.
Es en ese flujo de cambio, donde Lana se encuentra a sí misma- o al menos pretende- y eso no debiera ser casi de ninguna forma, un fracaso. Porque incluso hasta cuando de inicio el timón lo llevan Emile Haynie (Kanye West, Eminem) y Rick Nowels (Tupac Shakur, Andre 3000, Santigold, Nelly Furtado, All Saints, Marina and the Diamonds, Lykke Li), quienes juntos conforman una máquina de hits desde los años de “heaven is aplace on earth”; llegado el momento, Lana o se afianza o se muere. Y si en el proceso muere, peor será para ella. Al cabo, teje tres episodios que por un palmo de nariz casi acaban apuntalando uno de los álbumes más filosos del año.
Por un lado, está el fragor del gansta, la punta de la madeja (Off to the races, National Anthem, Radio). Luego un medio tiempo turbio (Diet Mountain Dew, Dark Paradise). Al extremo están los alientos, el sintetizador y los arreglos epifánicos de cuerdas (Blue Jeans, Videogames, Born to die). El cuajo, dicen las lenguas malas; es un montón de gente que sabe que decir, cómo y en qué momento hacerlo. Y otro puñado que le mueve a la producción más a siniestra que a diestra.
Aunque al final de cuentas la espinita no sale si no se saca; Lana consigue evocar -voz abrigadora en negro terciopelo mediante- a una Julie London tantito menos propia y mucho más perra en medio de un nuevo y urbano fin de los tiempos.
La verdad sea dicha. Lo que le queda a Lana del Rey es romper esquemas bien y en grande, pues tiene poco que perder. Cuanto más, un triste ápice de consideración por parte de la crítica. Mientras tanto; se dedica a convencer a uno que otro recio de regodearse en el tabú del indie de diseñador.

Con todo; la frescura parece ser su especialidad, y en medio de la brisa hacen de las suyas las texturas de Lamb y Joanna Newson, los ecos distantes de Martina Topley y Cee- Lo Green y unos cuantos falsetes como los que Tori Amos heredó de Kate Bush.
El camino es largo y a veces ni el amor alcanza. Y a Lana no le bastará ni aunque muchos sean los dones -incluso un álbum caro y bien producido-. No obstante nada está escrito y sólo en ella está el poder para revertir las predicciones. Y lo mismo el lastre de haber nacido para morir, acaso no sea en el intento.





Born to die
Lana Del Rey
Interscope
Emile Haynie, Rick Nowels
2012

                                                                                                                                                                                                          Por La Musa Electrónica*

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