Hayle Sue & The Modern Gómez Family: Mátenme porque me muero.

by - julio 16, 2011

Por Cleopetra Pavón*

Desde que se curó de la inconsciencia de ser criatura de brazos y aun antes de volverse el irresponsable ciudadano que deja pasar elecciones sin emitir voto; Hayle supo que algún crimen muy grave debió cometer en esta u otra vida (o en las dos) para merecer que el destino la pusiera en el pavoroso seno de la familia Gómez Portuaria y Bojorquez.
Cómo para ser broma el asunto parece demasiado; uno puede ocurrírsele que sólo el karma -uno negrísimo por cierto- pudo atinarle tremendo golpe bajo a la talentosa; pero irremediablemente salada en cuando de asuntos familiares se trata; Hayle Sue.
No obstante, es a los Gómez- antigua familia mojiganguera que nunca ha hecho falta donde hay chupe y fiesta - a quienes ni con todo el pulque del pais se les puede honrar el descaro de haber echado al mundo musical a la más belicosa y amargada cantautora indie de la última década.
Mucho antes de modelar skinny jeans lavados a piedra (de rio) para Sergio Candente y sin sospechar siquiera que se convertiría en reinita de la prensa rosa cuando  algún chismoso la cachó tomando arroz con popote; la Hayle ya escribía canciones aplastadoras como bulldozer; todo gracias a la miseria emocional cuya gloria se la debe toda a los años atrapada en la tutela infame de la casa Gómez Portuaria.
Los desayunos matinales con tacos de la esquina porque su santa madre nunca cocinó una olla de agua; los tendederos llenos de calzones de tres hermanas fodongas criadas con el trino del carro de camotes y la radio tocando a la Tesorito fueron atizándole a su fogón. Hayle estaba destinada a ser una gran estrella(da).
Rucker Magazine afirma que el nacimiento de la leyenda se ubica en algún día de tianguis del año 90, allá en Tlaltenancingo de los Nanches; cuando ya el peso no valía un centavo y un infeliz pollo coronaba la mesa donde se habría de festejar - contra voluntad de la interfecta- la menarquía tardía de Hayle. Los primos garageros de Palo Prieto Hills  por primera vez no se deschongaron con los Turcos Otomanos de Durango; y acompasado el relajo con las congas de un mulato (el mosco) el repique de un albino (un vecino) Hayle se animó a cantar bajito y de espaldas al publico yo soy rebelde porque el mundo me hizo así.
Tres vitroleros de tepache más tarde, la Jaily palomemeaba a discreción con sus hermanas la Damáris Leilaní y las cuatas Pamela y Carmela, en clara apología a las Andrew Sisters; acto que el publico vitoreó creyendo que aludían a Twisted Sister.
Aquella cabalística pachanga fue el estigma que ha marcado a Hayle; pues por más de dos décadas y de principio a fin, su carrera ha sido un gran malentendido.
Lejos de mellar su acenso; las confusiones fueron combustible para acelerarle el paso. Como en ese otro día de tianguis en que subversiva hasta las chanclas -que le aplaudían con autentico fervor- debutaba sobre un escenario. Esa tarde, por error se echó las anfetacolorinas de su hermano Basilio el depresivo, en vez de su suplemento de extracto chela; y luego on stage, el bombardeo de patitas de pollo con salsa valentina cesó de golpe ante la imponente estampa de Hayle; que por tomar lo que no y agitar mucho la cabeza se dispuso a reventar bafles y tímpanos por igual con la criminal emoción y la telúrica garra que había reprimido por años; cual Alison Mossart telúrica y con criminal cruda el pleno Lollapalloza 2008.
Para Spit Magazine el asunto es sencillo. No hay vocalista más bizarra que Dulce María. Sin embargo es Hayle Sue la que hace que el adjetivo le valga la antonomasia y otra cosita (ay arriba y arriba).
1999. Año de beber más te de hierba de San Juan para no hacer tanta p·$%&5/a. Un visionario. Marcelo Faramalla vio -de hecho escuchó y casi pierde el oído- más allá de la ira reprimida de Hayle cuando pasaba vendiendo su champurrado frente a  la casa de la familia Gómez.
Gritos y sombrerazos se escapaban por la ventana; producto de la trifulca de una prole que no se pone de acuerdo ni en el parentesco y se ataca mutuamente en un paintball (anti)fraternal perpetuo. Faramalla vio la concordia amotinada, la belleza del contraste; singular manifiesto de delirio y genialidad en ciernes. La cereza del conjunto era Hayle, que en pleno éxtasis revelaba a la autentica revoltosa que lleva no muy adentro.
Luego de uno que otro palomazo ambulante por los pasillos del tianguis, Faramalla convenció a Hayle de meter a su runfla al Cuarto de los Tiliches; disquera moribunda que entró al quite por que al cabo lo que no mata engorda: “Si alguien queda vivo después de doce horas de encierro, hemos hallado un nuevo diamante bruto” (M. Faramalla para Rolinston. 2002).
Hayle accedió y lo que sucedió fue lo siguiente: Cuando Faramalla los liberó, se encontraban todos en estado de gracia. Habían vuelto el borlote, una celestial armonía con las cuerdas de las cuatas -las únicas- y las teclas de la Damáris; todo repuntado por los cueros del mulato. Cama de rosas para  la voz de Hayle, que dentro del amplísimo espectro entre Joni Mitchell y Shirley Bassey opta por el perfecto desgarrado tono merolico.
Producto de un gracioso estado de armonía, el debut profesional de Hayley Sue & the Modern Gómez Family demostró por qué las familias disfuncionales son tema para rato. Sobre todo cuando hacen como que se llevan; pero los dedos de la mano ajena con tanto comentario filoso y claridades disimuladas.
Ya en preproducción el álbum Pezuña hendida (Tiliche Records, 2000) cuajó de una vez por todas cuando Hayle tomó los dolidos poemas de Basilio como piedra angular de su filosofía. Si ambos estaban de acuerdo en la vida, tenía que ser en que nada es peor que la dichosa familia Gómez.
Botellita de vinagre evocaba un viaje de vuelta al origen en medio de la sombría sabrosura de un buen bailongo. Continuaba con Autoridad Portuaria, una mafufada mística tropical dedicada a su madre (la de Hayle y Basilio). Pero es realmente con Pura Leña que el escucha sabe lo que es amar a Dios en tierra de indios. La agonía de una familia que se ha dado hasta con el molcajete se siente toda a través de una acelerada cumbia punkis-punchis capaz de retener las miradas en la salvaje Hayle; que ya no se subía al templete sin sus colorinas y de pasó, trapeaba el suelo con el copete.
Pura leña se coló a las radios universitarias y de pronto era sensación en los círculos alternativos. La sacerdotisa del trash Kourt Nilob al fin encontró otra loca de su rodada y ni tarde ni perezosa invitó a Hayle a telonear en su gira para celebrar el Y2K.
De la noche a la mañana The Modern Gómez Family se convirtió en la banda más respetada y temida de la escena. Los fans crecieron como la espuma al tiempo que comenzaron a correr despavoridos cuando Hayle comenzaba a recitar Botellita de vinagre y más tarde, todos los cautos usaban casco de constructor en los conciertos por aquello del relajo que se armaba a los primeros acordes de Pura leña.
Al correr el año, vinieron portadas de revistas, programas de tele; un anuncio de celulares y otro de refrescos, y naturalmente un chorro de presentaciones por todos lados incluyendo el antiguo tianguis que les vio nacer. Pero la tregua entre los Gómez llegaba a su fin. Ahora de nuevo sólo se comunicaban con gruñidos y demás sonidos guturales (fuifui fuifuifui). Al cabo, el chiste se les agotó y en unos meses -les tomó quince minutos volverse famosos- nadie daba un cacahuate por ellos. De ser posible se les echaba la tira para que de una vez se callaran las floridas bocotas.
Con un nuevo estese quieto, Faramalla confirmó que lo mismo que la concentración, el poderío de los Gómez era para nada constante pero si renovable. He ahí la fórmula del éxito. Se odiaban pero no tanto como para matarse -al menos premeditadamente- y de ninguna manera se querrán lo suficiente como para aguantarse por más de doce horas seguidas. Con la técnica del encierro consiguió romper la maldición del segundo álbum.
De haber sabido (te meto en una almohada y me siento en ti) fue una virulenta colección de maldiciones, contrarréplicas y mentadas directas en las que lo electro había tomado fuerza. Todo corriente y malintencionado, invitaba al dance denso y gruexo pero con menos caracolillos y conchitas. Para acabarla de amolar, doña Autoridad se incorporaba a la banda con la (des)arreglada.
Mucho el metal ahora se asomaba -puro cobre- haciendo gala de la total falta de tacto y buen gusto. Pisanubes y  Nomás llegas a tragar oscilan entre Led Zepellin y un pellizco en partes tropicosas. En No jalen que descobijan y Allá el cero que no tiene ojos se entrevé que esta vez la tregua es un decir; mientras que con  Muéranse todos hace evidente que el fierro viejo cayendo del cielo es de lo que los Gómez piden su limosna.
Creyendo que la formulita iba a funcionar para siempre, Faramalla obtuvo la venia de ofrecer un contrato millonario donde Hayle Sue & the Modern Gómez Family se comprometerían con doce álbumes, una telenovela, un libro de chistes, veinte pachangas domingueras, el chivo de nueve candelarias y el último juguete para los quince años de Benita Faramalla, hermana del productor. Pero cuando este último acudió con la buena nueva y papelito en mano, la Modern Family estaba en medio de un pleito de antología. Nadie puso atención y sin querer, Basilio le asestó un microfonazo que provocó lagunas mentales crónicas al visionario fundador del combo.
Ahora faramalla se la vive en Teques, mientras los Gómez comprendieron de súbito que el amor- odio que los rige es la cosa más divertida que el hombre haya podido inventar y que eso no lo cambian ni por hartos millones de varos.
Hayle por su parte entendió que para sacarse la monserga de encima bastaba con que abriera la puerta y huyera lejos. Ahora como Hayle Portuaria prepara su lanzamiento merolico solitario: Hazte chile.

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