Black Swan. A través del espejo.

by - febrero 11, 2011

Nina es fuerte pero no lo sabe. Viaja a diario en el vagón incertidumbre y reposa su fuego entre sabanas infantiles convencida de que duerme la noche. Su maldición es lo erróneamente entendido. Acaso la malinterpretación. Es la última  en ser complacida por sus propias decisiones; hierro que quiebra su cerviz; ingenuo de que lo mismo impulsa sus empeines y amarra bien su espina.
Nina es poderosa pero no lo sabe. Abraza cada embate y se echa el dolor a la espalda  más consiente de que la vieron romper en llanto que del sutil temple que apaga de golpe la huida y su urgencia siniestra.
Salir al paso es todo. Sentir es salir al paso y sentir es sin más, estar vivo. Pero los significados se disipan con el viento. Más cuando el sentir fortalecedor colma la mente y rebosa los sentidos. Mejor cuando se anda a ciegas en la penumbra. Siempre que el equilibrio es mies de bestias que habitan bajo la cama.
Desde dentro el abismo parece tan profundo y oscuro como en efecto debe ser. El desdichado sólo está y aguanta. Toda la negrura de una vez sin pensarlo demasiado. Al cabo la entiende suya y la acoge. Pues que la ausencia ha sido  nunca garantía de algo.
Darren Aronofsky es asiduo navegante de microcosmos de abismo: constante síntesis de órdenes universales que puntualizan en infiernos personales.
Como el de Max Cohen (Pi, 1998), el pequeño infierno de Nina Sayer es también blanco y negro. No medios tonos. Más o menos temidos pero al fin puros horrores. Sin ciencia cierta de que lo blanco tenga a raya lo demás, ni de que lo negro sea extraño en un valle ajeno.
Nina no sabe quién es sabiéndolo en el fondo. Justo donde hasta los pasillos menos escabrosos se rehusan a dar razones. En esa ambigüedad las razones sólo se revelan sufriendo consecuencias.
Para un realizador laborioso que sabe por donde moverse y como agotar las posibilidades, la ambigüedad es sustanciosa.
Dientes astillados, uñas arrancadas. Extremidades que se vuelven pesadilla y globos oculares inyectados en sangre. El dolor que crepita como hoguera es la esencia que anima la carne de Nina. Ella es señora de sal y rosas. Doncella de virtud castrense y dualidad que se desdibuja por hechizo de sus propios dones.
                                                                                                                                                                                                    
                                                                                                                                                                                                    Por Palomita*
Black Swan
Darren Aronofsky
Estados Unidos. 2010.
103 min.
Reparto: Mila Kunis, Natalie Portman, Christopher Gartin, Winona Ryder, Sebastian Stan, Vincent Cassel, Barbara Hershey, Janet Montgomery, Toby Hemingway, Kristina Anapau, Ksenia Solo, Adriene Couvillion, Shaun O'Hagan, Marty Krzywonos
Guión: Mark Heyman, Andres Heinz
Música: Clint Mansell
Fotografía: Matthew Libatique
Vestuario: Amy Westcott Angela Mirabella, Jared B. Leese, Nicci Schinman, Rebecca Hofherr. Kate & Laura Mulleavy para Rodarte.
Phoenix Pictures


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